domingo, 11 de junio de 2017

"Octubre en primavera" - Texto Renegado # 1**

                                                                                                        Javier Acosta Romero
                                                                                                               usygly@gmail.com

No creo en fantasmas. No en los fantasmas de afuera. Pueden seguir platicando lo que quieran sobre aparecidos y desaparecidos y que si el diablo y que si dios y sus ángeles. No creo en eso. El de allá hasta se atreve a hablar de nomos, ¡qué barbaro!
            –¿Y tú, Efraín? ¿Viste fantasmas?
            –¿A poco ya se les agotaron sus historias?
            Con lentitud dijeron que sí; movían la cabeza de un lado a otro, la boca abierta y sonriente; era su esfuerzo por aparentar que no tenemos miedo a pesar de que aquí mismo se siente algo que puede ser un fantasma, aunque en fantasmas no crea.
            –En qué crees entonces, pinche Efra.
            –En lo que he vivido. No me ando con mamadas.
            Esperaba que se rieran, pero no. Al contrario, congelaron su gesto. Quizá ya estamos demasiado empapados con las historias de todos, y que al final son una sola. Pero nadie quiere olvidar. O no podemos.
            –¡Ya, cabrón, cuenta tu historia! –me insisten.
            Por algún lado debo empezar. La yerba crece entre nosotros, son evidentes los retoños que brotaron con las últimas lluvias. Empecé:
–El simple olor a pasto me traslada a cuando era niño y visitamos la Plaza de las Tres Culturas; ahí mi papá nos dice que asesinaron a mucha gente. “Muchos jóvenes... como ese”. Y señaló a chavos, como varios de nosotros, ahora. Especialmente me le quedé viendo a uno, quizá por su greña larga, quizá por su enorme sonrisa o por la forma en que miraba a la chava con quien se reía. En eso, el mismo chavo siente la mirada infantil y a lo lejos me ve y me saluda, levanta una de sus manos. No lo hubiera hecho. Entre que mi papá nos habla y que el chavo es como todos los que mataron, pues clarito vi cómo se dobló, cómo intentó de nuevo ponerse derechito y se dobló otra vez. El niño que yo era no alcanzaba a entender esa agresión, pero estoy seguro que mi papá no me soltó cuando corrió a ayudar al greñaslargas... tirado de una manera rota, desordenada: Le salía sangre por unos agujeros enegrecidos mientras sus manos y sus pies señalaban hacia diferentes partes. Su chava, sacadísima de onda, no sabía si escaparse o llorar. Nadie hizo más, nos acomodamos para verlo morir y, para que él también nos sintiera morir, porque el ejército cargó con todos. En un instante todos agachados, en otro enmudecidos, con la temperatura del suelo tan caliente como la sangre derramada De quién podía ser sino de todos, devorados por las máquinas que siempre estuvieron ahí. Nos arrojaron con facilidad en diferentes camiones, llenos de otros muchos muertos.
            “Tan fácil que ese mismo día nos tiraron en fosas, zanjas enormes, escondidas a orillas de la ciudad, todavía pequeña para el naciente mes de octubre de 1968.
            “Quién sabe dónde quedó mi papá, pero aprendí a no extrañarlo. Y ustedes, cabrones, me sorprende que sigan lelos esta historia, como si nunca la hubieran escuchado.”

(***) Este texto ya no encontró cabida en el libro de cuentos La Tarde, los mejores están en ese libro, éste solamente es una probadita que, de gustarles, seguro estarán dispuestos a entrarle con buen diente (exigente diente) al banquete que es el libro. Saludos a todos y felices días!!! Chequen el enlace: