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Foto de Esteban Montes |
EL FRACASO DE LOS HIJOS
El espacio lo construyen los actores; una escenografía eficaz permite ese trabajo creativo, sea cual sea el espacio. Es reconfortante encontrar esta dinámica en el Foro Fernando Martínez Monroy, con la obra In memoriam: El Zoológico (2023), que es una versión del texto de Tennessee Williams, El zoológico de cristal (1944). La dramaturgia y dirección son del mismo Martínez Monroy, a quien la compañía Ápeiron Teatro le rinde homenaje al reponer la obra que, antes de su deceso en 2021, trabajó el maestro Monroy en mancuerna con Esteban Montes, responsable actual de la compañía.
Del maestro Monroy es conocido su canal en YouTube, donde subió varias de las sesiones que realizó en la pandemia, dejando al alcance de los interesados algunos de sus postulados sobre la naturaleza de los textos dramáticos y cuestiones fenomenológicas de una puesta en escena. En algunos de esos videos comenta la naturaleza realista de El zoológico de cristal, y el tono actoral que se requiere para aprovechar las convenciones teatrales que el mismo texto indica. Y eso es In memoriam…, un dechado de convenciones para percibir de manera suficiente la luna en el cielo, el salón de baile del vecindario, la terraza de los Wingfield, el pórtico del edificio, la calle, la madrugada, la justificación de Tom Wingfield para abandonar a su madre y hermana, a quienes mantenía en un porcentaje muy significativo (renta y luz, al menos). Al final de la obra tenemos la certeza de que la señora Amanda Wingfield deberá trabajar en cosas que opacarán su gracia y belleza, cuestión que ella misma sabía; y algo peor o mejor pasará con Laura Wingfield, hermana de Tom, mayor que Tom, quien es la personalidad más vulnerable que sobrevive al final de la obra; especialmente sobrevive a la violencia destructora del hombre de sus sueños, Jim O’Connor (Orlando Ceballos) quien, después de enamorarla y besarla le confiesa que está comprometido con otra mujer, con quien se casará a finales de año. Laura sobrevive a lo peor que emocionalmente le podía pasar en su vida, así que no dudo que en la miseria o en la grandeza, Laura estará bien.
Y aunque no sabemos realmente la suerte de las dos mujeres, sí sabemos que Tom sufre todavía, pasados los años, al no saber nada de ellas, al no tener idea de cómo están ya que viaja en barco por el mundo, cargando siempre el remordimiento de haberlas abandonado en la miseria; un remordimiento que en la obra se aprecia fortalecido por las expectativas y mensajes de su madre, quien pareciera lo envenenó con eso para que Tom no se sintiera tranquilo nunca.
El poder, la fuerza, que la mamá de Tom despliega se percibe en la actuación de la actriz Silvia Vilchis; es evidente una técnica para conservar el tono realista sin caer en el melodrama; lo mismo con la actuación de Laura (Ximena Macías) con su timidez y cojera. Ambas sostienen a sus personajes; Amanda Wingfield, por lo mismo, cae en el ridículo en el último tramo de la obra, nadie la percibe como una buena influencia sino como alguien que se ve a sí misma caer en la desgracia, prácticamente sin meter las manos ya que sus soluciones no están a la altura de las circunstancias; ejemplo, le exige a Tom le consiga un marido a Laura para que pueda mantenerlas cuando Tom se vaya; Tom cumple como puede sin percatarse que su invitado es un hombre que ya está comprometido con otra mujer y de manera formal. El plan es un fracaso y de todos modos Tom se va porque no conoce a nadie más que sirva de pretendiente.
En la caracterización de Tom (Mario Alberto Moreno, actor y productor) percibimos su cansancio, su hartazgo, la necesidad de no dejarse morir esclavizado, amarrado a su familia, sin la suficiente astucia para sorprender a su mamá cuando huye de ella en supuesto secreto; era evidente que se iría y que Amanda no lo podía retener. En este movimiento de abandono que ocurre en la historia de In memoriam… puede percibirse un desapego, un rompimiento emocional obligado para que el hijo señale su propia individualidad y personalidad. Ya es raro encontrar obras así, en ese tono. Es más fácil castigar moralmente a Tom por el abandono y es más fácil victimizar a Amanda y a Laura para quienes se pediría alguna protección gubernamental, con lo cual se deja de lado el simbolismo profundo, trágico, que la puesta en escena manifiesta.
La tragedia (como género dramático) siempre es necesaria para poner los pies sobre la tierra, para evitar el autoengaño social o cultural, para aterrarnos (no se entienda asustarnos) con lo que evitamos vivir, las verdades que evitamos escuchar. En el caso de In memoriam…, los costes afectivos de dejar atrás a los padres que en lo posible fueron amorosos pero que de manera inconsciente (sin percatarse conscientemente de ello) no se preocuparon por promover la independencia de los hijos, lo cual da pie a reacciones desesperadas que tarde o temprano se necesitan esclarecer y trascender. Tom, por su carácter, sólo podía ver en el alcohol y en el alejamiento trasatlántico su manera de esclarecer y trascender; no podía ver otras formas, aunque, cualquier otra intervención a favor de Tom modificaría el género dramático y su efecto en el espectador, sobre todo para calmar las ansiedades del mismo espectador, para eso sirven los finales felices, optimistas o fantásticos. Pero la tragedia no, ni la comedia. Lo que tiene que sentirse se sentirá, aunque sea muy incómodo o aterrador (es decir, orgánicamente fríos, sin palabras, diezmados ante lo asombrosa que es la naturaleza o la realidad que creíamos conocer).
Otra cosa agradable del espectáculo In memoriam…, es la musicalización a manera de cortinillas, compuesta por Rafael Rivera y que es ejecutada indistintamente por Madison Ree Koen o el mismo Rivera. No se necesitan mayores efectos para mantener la sobriedad de la escena.
In memoriam: el zoológico… seguirá presentándose los domingos a las 17 hrs. Además, en el mismo teatro se pueden adquirir productos de cafetería.