miércoles, 11 de septiembre de 2024

Amanecer tras el antifaz y otros poemas - de Miguel Ángel Corral


Amanecer tras el antifaz y otros poemas - de Miguel Ángel Corral (Ediciones El Viaje. 2023) 


LOS LATIDOS DEL MUNDO

Javier Acosta Romero

El laberinto que construyen los poemas de Miguel Ángel Corral, al paso de Amanecer tras el antifáz y otros poemas (Ediciones El Viaje. 2023), insiste, en su primer apartado, Amanecer tras el antifaz –que es también el título de una pintura que lo contrasta y apertura– insiste en las cualidades de las sombras y en la materia de la oscuridad; palabras que siguen al poeta y lo encaran hasta conseguir de él un lugar en el mundo; palabras perdidas en la noche, palabras espíritu que vagan tras sus pasos, palabras que coronan la negrura de un eclipse solar para abismarnos aún más en las oquedades, las brechas, los vacíos que son la materia donde la poesía de Miguel Ángel Corral, se expande para extraer de manera prodigiosa lo que queda de vida: “Ya todos los astros / han perdido / la silueta luminiscente / de sus cuerpos; y ahora, resquebrajados, / se han vuelto la cobertura / dentro de la noche imprecisa / de la memoria” (p21).

Me he referido al primer poemario del libro, ahora trataremos la segunda parte, un  poemario precedido por una segunda pintura que igualmente da título al conjunto poético, La noche en el espejo de los otros, una especie de pacto que se explica mejor por la naturaleza de los objetos que ahora Migue Ángel Corral recolecta al desdoblar sus versos en una muchedumbre de propios y extraños: estadías de aves, una fuente que atrae a un padre y a su hijo, madrugadoras irrupciones consanguíneas, descubrimientos mistéricos arbóreos junto a un amigo, o la basura milagro (plástico-ave-plástico) como un desecho más vivo que los mismos transeúntes; formas continuas para redescubrir la luminosidad en el mundo, un reflejo cristalino de las cosas vivas cuando suponemos la desesperanza y el amargor de la muerte: “Quizás esta música tuya / sea el conjuro preciso para diluir fantasmas / en el lienzo de una veladura nocturna, / para poder estrechar así / la mano del sueño que muere / con la del cielo que nace” (p53) … “Corazón resplandeciente estrangulado / por las espinas de una ortiga cegadora, / segadora de mentes y eclipsadas cabezas. / Foso de los ojos donde brilla / un arrugado engendro de gesto homicida” (p64). 

Poeta recolector, instrumento del mundo y del universo, con su estar diario se presta a ofrecer ambrosías a quienes deciden bajarse de la velocidad cosmopolita y acompasar el corazón con los latidos del mundo. Los versos de Miguel Ángel Corral obligan a un ritmo, un compás largo, de esos que limpian las palabras, las observan, las pulen y hace pruebas para colocarlas en uno u otro espacio hasta que la misma palabra toma con calma su lugar, ejercicio con que establecemos un alto a los impulsos para observar con preciosismo una y otra imagen con cada poema que sacamos de esta caja lectora, que es también una colección comunitaria:  … “palabra tanto tiempo esperada, / en un día de rascacielos y cristales / limpios al fondo de la tarde, / donde la fuente ha dejado de estar vacía / y el agua,  a pesar de la escasez, renace cada vez más viva” (p49).

En tanto, el tercer poemario del libro rompe con la dinámica de los anteriores: Amanecer sobre una Nueva Atlántida, título de la obra plástica, precede dos crónicas poéticas que requieren de la narrativa y la memoria para contener la decadencia de algo indeseable: la indigencia, ese infierno moral donde se creería atropellada nuestra dignidad, pero Miguel Ángel Corral demuestra lo contrario, una especie de vida silvestre, primigenia, basada en la carencia, a la manera con que las plantas silvestres crecen y florean para irremediablemente extinguirse: "Prisión tubular y transparente / donde mueren / alados sueños calcinados" (p73) ... “ausencia aunada a la ausencia. // Entre la peste de la mugre y el orín, / su amor luce a veces tan sucio como grotesco; / pero, a la vez, como la prueba más tangible / del ser humano en contra del tiempo y la materia” (p75).

Llegamos al último poema, ahí se percibe con mayor claridad la comunión que se tiene con la pintura que le acompaña; Miguel Ángel Corral la encara con el título “Evocación de Critias o la Nueva Atlántida: otras miradas a los hitos de Occidente”, que desemboca en una Atlántida de plástico que ahora mismo se agranda en los océanos, que no está perdida, que observa y conserva los desechos humanos para darles su lugar; toda ironía sobre el progreso, el equilibrio climático y la convivencia honesta con los otros ocupantes de la Tierra se rompe contra esta realidad atlántida a la que nos lleva de la mano la poesía de Miguel Ángel Corral al  justificar su poética (a pesar suyo) en esta realidad histórica donde se ha dicho tanto y se ha callado tanto sobre la sangre derramada, sobre la divinidad voraz que nos consume al consumir, hasta notar la ingobernanza de nuestras acciones (deseos) en el territorio plástico, en la Nueva Atlántida que tratamos locamente como un mito: “Nada restituyó a la luna / al espejo, ni al cáliz; / ni al glaciar de la montaña, / ni al humedal de la lluvia, / ni a la pradera, ni al océano / en el que América, Asia, África, / la Antártida y Oceanía se hundieron / para dejar sólo a flote una gran isla de basura. // 'El mundo dejó de ser un lugar sagrado...' // Un banco de peces plastificados, / una multitud de tortugas encalladas, / un océano manchado por tumores de petróleo, / las parvadas extintas y las selvas calcinadas, / un camino vigilado por esfinges ruinosas / y un aliento amainado que se aferra a la vida, / atestiguan la verdad de mis palabras" (pp83-84).

Las tres pinturas que se reproducen en el poemario y la que ilustra la portada son del maestro Javier Córdova. El poemario de Miguel Ángel Corral se consigue en la librería El Hallazgo, en Librería Argonáutica, en Cafevera o en el muro de Facebook del mismo poeta, pueden contactarlo.


Fragmento “Amanecer sobre una Nueva Atlántida” de Javier Córdova Gómez (2023)