viernes, 30 de mayo de 2025

EL SALTO CUÁNTICO FEMAT – Poemario, Insinuación del incendio (2025), de América Femat

(Portada del poemario, editado por Burroughs Editorial, 2025)


Javier Acosta Romero

usygly@gmail.com


Instrucciones:

1.-Tenga a la mano el poemario en cuestión.

2.-Si ya lo ha ojeado o leído, darse la oportunidad de leer de corrido el siguiente texto:


Conectar con Insinuación del incendio (Burroughs.2025), requirió desconectarme del anterior poemario de la autora, Los designios del agua (2022). Sé que cuando quiera puedo regresar a los poemas del agua pero, los tuve que hacer a un lado para mirar esta continuación del trabajo de América Femat; observar sus objetos, la manera como se sostienen y la manera como estallan en cada lectura.

Advierto que sostenerse y estallar son condiciones propias del fuego. Incluso creo que el fuego retrata mejor esta sensación de que, la vida, ya no da tiempo para cumplir con formalidades canónicas, sólo da tiempo para gritar o vibrar en términos más cuánticos. La dinámica cuántica –se descubre–, posee cualidades del fuego. Se vibra con los poemas de Insinuación del incendio (Femat. 2025), se siente la estridencia inacabada de lo que es sobrevivir en una ciudad: Lo que poco importa II (p 29). Me despreocupo de las formas y me alerto ante fenómenos llenos de incertidumbre: Los pájaros (pp 22-23).

Insinuación del incendio, se vuelve una verdad a explorar para apropiarme de ella hasta vivirla como una verdad que me permito reconocer como algo necesario: A un hombre que regala flores (pp 20-21). Ya no estamos para explorar territorios sino para expandirnos sin trasladarnos a otro universo: Aire (p 15).

Me resigno a las diferencias entre los dos poemarios de América Femat y me interno en el calor de la piedra del poema: Aromas II (p 56); o me permito sentir la flama de una hoguera en: Quién escribiría… (p53); o resisto la quemadura del ser encarnado, molecular-divino en: No es la razón (p49).

Cada lector decide el poemario que será su propio Camino de Santiago, porque la poesía bien escrita descubre el peso de las palabras al tiempo que su energía se acelera, ya por calor, ya por locura o por irreverencia, lo que hace posible sostenernos en los escalofrío de la fascinación de un pan recién horneado por algo parecido a un Dios, una especie de cupido que hizo de las suyas y escapó: A un panadero joven (p51).

El cuerpo de un lector, por costumbre puede dedicarse a levantar barreras para dedicarle tiempo y comprensión a una nueva lectura. Sin embargo, la poesía, en la situación que se ande conecta cual aguijón de abeja dispuesta a visitar la muerte, es el caso de: A través del ámbar de la tarde (pp 45-46), donde explota la luz a manera de ilusión y de respuesta, porque es preferible descubrirse en el interior iluminado de un ámbar, que saberse el combustible doloroso de un incendio fuera de control que acontece y nos aniquila. 

Nuestro cuerpo habla, construye sus barreras de comprensión, sus diques de gozo. Y esta vez el camino me pareció por varios días un camino de espinas con semanas de soledad, hasta permitirme notar soplos de vida en un elemento que goza con abusar del aire, que se enfebrece nutrido con la tierra y que disfruta un cuerpo que se ama cuando hace vapor del mar y de los ríos, sólo para mover el mundo como Sísifo su piedra, un día más. Fuego que amenaza en Insinuación del incendio (2025), con cada poema que contiene.

Juego, fuego, ardor, herida de algo que quiero al tiempo que lo incendio de la peor manera. Situación que en sí misma parece un acto placentero, muy al modo de un incendio real, sin darme tiempo a reconocer lo incorruptible, el tiempo de unas cuantas cenizas. Lenguas de fuego muertas, cargadas de nostalgia.


3.-Ahora sí, vaya leyendo más de una vez cada poema que se señala en los paréntesis. Y si es su deseo, puede cotejar lo que se intuye en esta reseña sobre el efecto estético indicado.


4.-No se resista.


(América Femat. //Tomado de la contraportada del poemario)



LOS MAROMEROS

Espectáculo teatral dirigido por Verónica Musalem

(Imagen de Musa Colibrí Producciones)

Javier Acosta Romero

usygly@gmail.com


No conocía el Teatro Salvador Novo, que está en la Escuela del CENART; me sorprendió su tamaño, el hueco enorme para las butacas y la desnudez del escenario que, desde cualquier punto, nos permite observar las cuerdas de los telones, las lámparas, los actores y técnicos trasladándose fuera de escena, lo que da fuerza a la dinámica creativa que no esconde nada. 

El espectáculo arranca con la actriz Gabriela Nuñez, sostenida de una gruesa cuerda de barcaza que estira, al tiempo que lanza un discurso para encajar o no en su perfil de edad. Dar con el personaje ocurre a ratos; aparece y desaparece por medio de convenciones que se van plantando frente al espectador: Una mujer en crisis existencial, devuelta a la realidad por una mujer joven que viene del pasado; juntas se disponen a realizar un viaje que abre aún más las posibilidades espaciotemporales, a manera de un viaje  introspectivo inducido por elementos espectaculares, como el símbolo “árbol de la vida” o virgen nativa  (o diosa prehispánica) encarnada bellamente por la actriz Aleyda Gallardo, con vestuario de Edyta Rzewuska:


(Tomado del muro de Aleyda Gallardo)

Presencia que rompe la dinámica inicial y da cause con alegría de colores y maromeros (especie de payasos de pueblo o juglares, típicos de México) al rompimiento temporal y situacional que con inteligencia y colmillo diseñó Verónica Musalem. Nos traslada el espectáculo a un espacio mucho más sugestivo, la sierra misteriosa de Oaxaca, donde se sabe que todavía pervive la magia de las deidades nativas, capaces de enloquecer a los extranjeros o de absorberlos, de manera que lo diverso y distinto se dan tiempo en Los maromeros para unificarse. Un proceso que a saltos nos traslada a una cantina y con música y lascivia, nos traslada al monte.

La presencia escénica es un constructo metafísico: Una dramaturga-personaje (o alter ego de Musalem), que se desdobla en la actriz principal, Gabriela Nuñez, al tiempo que lo comparte con el espectador, azorado o absorbido por la dinámica maromera que se da en desniveles: cosas que ocurren al fondo del escenario y arriba, cosas que ocurren en medio  del escenario y al frente. Profundidad, altura que hacen olvidar la desnudez inicial y nos siembran en la atmósfera mágica, propia de los mitos y los cantos populares de la sierra.

Viaje que a final de cuentas le sirve a la dramaturga-personaje para salir de escena como lo hacen los toreros después de una buena faena: a hombros de los maromeros, actores comprometidos con su profesión (insisto en lo atinado de los vestuarios); teniendo como contrapunto y cruce y certidumbre a otro personaje que se entendía como la dramaturga-joven (una talentosa Ana Corti), quien sirve para hilvanar y atrapar el carácter de Gabriela Nuñez, sus situaciones y sus inquietudes que la asaltan al momento, entendiendo con ello las exploraciones y sorpresas del proceso creativo que es el mismo espectáculo.

Propiamente, una historia no la hay. Varias situaciones, sí. Mucho espectáculo, todo el tiempo, que es la energía que sostiene al teatro. Espectáculo, ¡aquí lo hay!

Quedan pocas fechas para ver Los maromeros en el Teatro Salvador Novo. Así que atienda la cartelera. Y los jueves son jueves de teatro, a treinta pesos la función. 


Ficha técnica:

Dramaturgia y Dirección: Verónica Musalem. // Elenco: Gabriela Núñez, Gastón Yanes, Aleyda Gallardo, Luis Ernesto Verdín, Ginés Cruz, Ana Corti y David Sicars. // Escenografía e iluminación, Alain Kerriou; vestuario, Edyta Rzewuska; movimiento escénico, Cinthia Patiño; música original y diseño sonoro, Alberto Santiago. // Producción ejecutiva, Graciela Cázares.