martes, 19 de junio de 2018

TIEMPO BÍFIDO: Cuentística de Leda Rendón

EL ACTO SAGRADO
Javier Acosta Romero

“Línea de sangre” es el texto que mejor me atrapó del libro Tiempo bífido. Es un relato sobre una situación cotidiana como lo es investigar, en este caso es una investigación sobre el linaje femenino de uno de los personajes, produciendo un despliegue narrativo lleno de virtudes que nos posibilitan avanzar por el conocimiento que obtenemos del ambiente, el cual se aleja de tajo de lo cotidiano para adentrarnos en lo sobrenatural, metafísico, mítico, sexual, de ensueño. Un estilo que raramente llega a los ojos cuando lo que se busca son preocupaciones más universales, políticas, de índole ético. Tiempo bífido no va por ahí, responde a una circunstancia lectora de desenfado, un momento para experimentar con la realidad desde la base propia de los sueños más telúricos: las revelaciones, los juegos rituales, los viajes chamánicos. Evidentemente, el libro nos lleva a una edad donde la moral y la ética no se experimentan, cosa que es propia del mundo onírico, de las representaciones subconsciente y de las alucinaciones. Pero salvada esa resistencia, el material de la autora Leda Rendón (mexicana), se consume igual que cualquier otra sustancia de efecto psicotrópico, donde vale más vivir el juego ritual, la experiencia prohibida, el tabú, que tratar de ponerlo en un buen lugar dentro de la realidad objetiva, moral y política. Incluso, al separarnos de esta manera de las cosas tangibles y del tiempo cronológico, nos sorprende el libro con un relato que acusa una visión sumamente crítica sobre la barbarie de la ciencias, del poder y de la riqueza: “La última”, que entrados en la dinámica rendoniana, nos presenta un evento donde un personaje llega a ser tres o cuatro personajes que miran como un sólo ser a partir de sus seis u ocho ojos, y a sentir a partir de las sensaciones de cada uno de los cuerpos que todos sienten como un sólo ser, pero cada cual con sus propias intenciones hasta que se vuelve evidente quién es quién y por lo mismo quién será la única: una hembra, no puedo decir mujer (deben leerlo), porque posee belleza pero no por eso es algo femenino...
    La animalidad, el instinto, la locura, la insensatez, el prodigio, lo prohibido... hierben a lo largo de los textos, se desbordan y nos embotan de ese mundo que permanece en los sentidos aún después de leerlo ya que responde al mundo ancestral, a la familia original que se reprodujo de modo endogámico, incestuoso, con las consecuencias clásicas del matricidio, el asesinato en general que, desprovisto de la terminología política funciona como una auténtica muerte ritual, sacrificios que permitieron la purificación del tiempo y la sacralización del espacio... Así que Tiempo bífido es un libro que nos lleva a un viaje subconsciente para descubrir en nosotros lo que se da en llamar el cerebro reptiliano, y para ello deforma a nuestro yo (o de plano nos desmiembra), deforma o sustituye a nuestra época, a nuestra sociedad y a nuestros valores... algo necesario para regresar con nuevo brío y de modo contrastado al presente del lector. Por supuesto, quienes lleguen a leerlo, la manera en que me hubiera gustado hacerlo sería empezar por “Línea de sangre”, para adentrarnos otro poco con “La última” y terminar en pleno alucin ritual, patriarcal, primigenio con los dos primeros textos, “Detrás del espejo” y “Tiempo bífido”, en ese orden.
Presté mi libro y nunca regresó Snif! Maldita memoria

 

lunes, 18 de junio de 2018

LOS DE ABAJO: Novela de Mariano Azuela

LA DENSIDAD LITERARIA DE "LOS DE ABAJO"
Javier Acosta Romero

Uno de los conceptos que mayor trabajo cuesta creer o aceptar en la práctica de la lectura es la mímesis, cuya revisión estética se la dejo a los especialistas. Sin embargo, para explicar la famosa novela de Mariano Azuela, Los de abajo, encuentro en la mímesis la categoría estética predominante en la diégesis, fundamentalmente porque explica la manera en que le dí lectura.
      Como entiendo el concepto desde la práctica lectora, se refiere a toda aquella información que el texto arroja directa o indirectamente sobre el contexto al que alude y/o al que pertenece no sólo la novela, también la esfera cultural del lector, y aunque ambas esferas no coincidan en el tiempo. Por ejemplo, en la novela de Azuela la mímesis está con la actitud aguerrida de quienes entraron a la revuelta de 1910 siendo que yo lector nací en la segunda mitad del siglo XX, pero miméticamente reconozco la actitud aguerrida de los mexicanos revolucionarios y en especial, reconozco la noción de libertad y de revancha que exime a los personajes de Azuela de un aparato de justicia eficaz. La novela insiste en ello: socialmente le da seguimiento a un grupo guerrillero que se identifica con el villismo por pura geografía, sin conformarse ideológica o políticamente; simplemente se dejan ir por la dinámica de la revuelta. Denotan con ello carencias educativas (formativas, pensando en el concepto de modernidad) que por comparación mimética hacen de los guerrilleros de Azuela víctimas de las circunstancias de una guerra en la que pudiendo decidir mejor (para beneficio personal y social), no les era posible por la peculiaridad de su carácter y, al contrario, los personajes insisten en el barbarismo (lo opuesto a la modernidad) al grado de que la esfera política desaparece y poéticamente se abandonan a lo que ellos consideran debe ser el momento “heroico” de su muerte, a manos de otros guerreros, mucho mejor pertrechados y victoriosos.
    Con lo anterior, más cuestionamientos miméticos saltaron: ¿Quiénes ganaron, entonces, en la revuelta de 1910? Busqué el carácter de los elementos externos que indirectamente señala la novela... Los villistas, ellos, ¿merecían no solamente perder la guerra sino, además, debían ser exterminados? El discurso de Mariano Azuela es ambiguo, porque al aniquilar tan poéticamente a los guerreros que estaban bajo las órdenes del personaje Demetrio Macías, favorable al movimiento villista, parece quitarnos la preocupación de los excesos que hubieran existido si estos llegaban a gobernar como lo hicieron en cada pueblo que agredían (o tomaban). Miméticamente enfilo las baterías hacia el contexto donde fue escrita la novela y me encuentro con que el autor la escribió en el exilio, temiendo alguna represalia de los carrancista por la participación directa del autor en la revuelta, del lado villista... Sin embargo, no veo en la novela Los de abajo algo que me diga que el autor está a favor del movimiento villista, al contrario, es como si el autor hubiera concentrado los excesos que pudieran explicar el fracaso del villismo como opción de gobierno.
    Además, esta reflexión que apela al material de la mímesis, se da en una época de elecciones federales (lo escribo en abril de 2018, en México y como mexicano), donde los defensores de la continuidad están haciendo lo miso que Mariano Azuela: producen escenas de miedo, que le dicen a la gente que esas serían las consecuencias de votar por los posibles renovadores del gobierno. Y aunque la memoria de Mariano Azuela es intocable, la poética de su novela le resta fuerza al movimiento villista, movimiento al que paradojicamente perteneció, por eso creo que su novela le sirvió más para revisar (y con ello purgar) los excesos de quienes se dijeron villistas pero que se comportaron como bandidos. ¡Qué difícil! Porque me niego a tirar por la borda la imagen heroica y popular que tengo del villismo, de la misma manera en que me niego a creer en las patrañas electoreras de los políticos conservadores que se expresan vía los medios masivos de comunicación hoy día: noticiarios, anuncios, comunicadores, prensa, influencers, internet... Ni siquiera puedo pensar que Los de abajo es nacionalista o pacifista porque muestra los horrores y heroísmos de la guerra. No, porque si intento argumentarlo gana siempre la visión de Azuela, que es contraria al carácter popular del villismo, del cual históricamente se establece que buscaba la justicia para las bases sociales encarnadas por los desposeídos, a quienes no les hizo justicia la revuelta, de la misma manera que le ocurre a los desposeídos de hoy (cien años después), a quienes los conservadores han abandonado en la ignorancia, que es propicia solamente a las estructuras, efectos y amoralidades del hampa.