Javier Acosta Romero
Ese juego los vuelve a la cordura. El papá los observa todavía desde su ventana de
lágrimas, en una derrota más entre tantos intentos para destruirse. Hasta ganas
tiene de volver a sonreír. Escucha entonces el inconfundible deslizamiento de
la silla, pesado y mordaz.
Francisco
se levanta.
–Tú,
¿a dónde...?
–¿Al
trabajo...? –Responde irónico.
–Nada,
hoy llegaremos tarde –Gruñe el papá y pide más té para todos, que obedecen
con aparente calma, impacientes por devorar el postre para dejar la mesa y
aprestarse a arrebatar aún más dinero, al modo como la humanidad procuraba las
ceremonias previas a la cacería.
–Somos
unas máquinas –mastica el papá, y sonríe al tiempo que sorbe de la taza–, unas malditas
máquinas de hacer dinero.
–A
mí ni me cuentes –dice Francisco.
–Ni
madres, panchito –lo acorralan sus hermanos–, eres igual de siervo que
nosotros, respondes al mineral de la tinta en los billetes...
Con ruido llegan al final amargo de sus bebidas y se van en helicóptero a capturar dos empresas
familiares coreanas, tres porcentajes mayoritarios de proyectos mexicanos novedosos
y la adquisición de cuatro competencias que soñaron alguna vez con ganar algo
del mercado a estos granujas...
Tiempo
que Francisco ocupa para tratar asuntos completamente distintos, más mundanos,
cuestiones de promociones laborales, salarios, permisos, capacitación, menús,
equipamiento de cocinas y baños... Entre otros asuntos ¿recreativos?, que
siempre lo divierten:
–Somos
una compañía de teatro.
–Pero
no la única... por desgracia –Les replica.
–Creemos
que el teatro es fundamental en la formación del trabajo empresarial ya que
promueve la cooperación...
Y
Francisco lo interrumpe.
–De
eso sabemos suficiente, nuestros trabajadores lo tienen claro en el contrato.
¿Qué otra cosa ofrecen?
–Calidad
artística, una puesta en escena al gusto de ustedes para promover valores que
apoyen los objetivos de su empresa... Valores como la tolerancia, el respeto,
la solidaridad, el valor del trabajo...
–Somos
un conglomerado empresarial exitoso, nos ocupamos de estimular los valores que
requerimos... ¿Algo más... por ahí... que ofrezcan?
–Tenemos
varios proyectos de montaje que, con la producción suficiente, empresas menores
nos compran funciones completas, llevamos cinco años en los que hemos ampliado
la base de nuestro portafolios...
–¿Cuántos
años lleva con ustedes su cliente más longevo?
–Dos
años.
–¿Traen
algún video?
–Estamos
en la red como “El lugar de la emoción sin límites”, ahí está nuestro
trabajo... Y lo invitamos –le extiende cortesías–, a ver nuestra versión de Otelo,
de Williams Shakespeare.
–Y,
¿es de piel negra su Otelo?
–Más
bien lo actualizamos... Es un asesor financiero muy exitoso, traicionado por
gente de su mismo departamento...
–Y
su Desdémona...
–Es
una actriz que vestimos muy elegante y sensual, en la historia es hija del dueño
de la empresa... se encarga de los asuntos laborales... Pero Yago...
–...Es
un personaje que hace mucho ejercicio...
–¡Sí,
¿cómo lo sabe?!
–Describen
a mis hermanos... –Murmura
–Eh,
no entendí, si me repite por favor...
–...Pensé
en voz alta... Aunque ya tengo la duda; en su versión, ¿cómo le hace su Otelo
para conseguir la mano de Desdémona?
–En
nuestra versión todos la quieren, y el papá la pretende emparejar con Yago...
Pero nuestro Otelo simplemente estuvo en el lugar y a la hora en que Desdémona
requería de un teléfono celular porque no encontraba el suyo...
–Y
se dio el amor.
–Más
bien la pasión... El amor fue toda una discusión en la compañía...
–Cierto...
Siempre quise ver cómo le hizo Otelo para llevarse a la cama a esa belleza de
mujer. Me interesa su obra... Y quiero conocer a su Desdémona...
–Cuando
guste, señor...
5
El hermano fue quien la
encontró, primero tropezó con el rastro de sangre que pasaba por abajo de la
puerta. No se atrevió a entrar, habló por su celular a la casa. Nadie le
respondió. Habló con su mamá; no le creyó.
“Ismael,
déjate de bromas.”
–Estoy
seguro que es mi hermana, mamá.
“Pues
si estás tan seguro abre la maldita puerta.”
–No...
no tengo edad.
La
mamá se exaspero, ¿podía pasar por alto la respuesta estúpida de su hijo, todo
un universitario refugiado ahora en reacciones de la infancia?
–¡¿Eres
cobarde, Ismael!? –Lo trajo de vuelta–. ¡Abre esa maldita puerta! –le grita,
mientras tiene ya un pie fuera de su trabajo, y aborda un taxi, y señala la
orientación que el chofer debe llevar.
–¡¡...Qué
pasa, Isma...!!
El
llanto del hijo en la bocina: “¡Te lo dije, mamá! ¡Te lo dije!”
Un
frío congela su garganta.
–¡¿No puede ir más rápido, señor!?
–Iría más rápido... –el taxista ha estado al tanto
de ella–, pero el tráfico, señora... Qué más quisiera si la estoy viendo cómo
está...
Fue
un alboroto extraño. Ningún vecino se acercó a la puerta que sólo mostró un
signo de luto dos días después: un muy delicado arreglo floral que algún
extraño trajo a pie desde quién sabe dónde. Lo poco que se comentó en la
ventana del pan de chocolate, fue que Mitzi se suicidó; que se les hacía que
así terminaría, era tan sola y callada; que quizá nunca superó la muerte del
abuelo a quien adoraba; los pocos muchachos que llevó a la casa seguro la
deprimieron, con ninguno se le vio feliz; la escuela en la que iba era para
volver loco a cualquiera, con sus sobrecargas de tareas, sin dejar tiempo para
nada; y el rumor creció, en el café De Los Buenos Días alguien sabía (por
algún otro enterado) que los papás de Mitzi fueron muy pendejos, ¿en serio no
se dieron cuenta de lo que pasaba? Pues como siempre andan afuera, algo así sucedería. Como en la otra casa, igualito... con los niñitos esos que andan
en la calle como huérfanos; pero el amante que se consiguió la mamá, nada mal
pero; ...sí, todos escuchamos los mismos azotes, pero tampoco digo nada ni
usted ni nadie porque parece que la señora lo disfruta; yo también he dudado, y
me regañan cuando ando con ganas de ir a denunciar; no sé cómo entender esos
gemidos, porque he vivido y sé que esa mujer anda haciendo circo entre las
nubes; es una desgracia que en un ambiente así alguien se atreva a suicidarse;
nomás falta que el que le trajo flores tan bonitas resulte ser el asesino; puede
ser; podría ser; todo puede ser...
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El Diablo ensaya... 5 (Fragmento. Autor: Javier Acosta Romero. 2021) |