NIÑEZ Y FAMILIA A LA PALESTRA
Javier Acosta Romero
Acabo de dar lectura al texto teatral “Pollito” (2019), de la joven mexicana Talia Yael. Es un texto redondo, con el contenido necesario para que los ejecutantes se hagan bolas con el desafío de poner o no a una niña en escena, a una adolescente después (el texto sugiere a alguien de 13 años, luego a alguien de 15 años, luego a una núbil.) Se resuelva o no, Tania Yael, urge la presencia de la infancia en escena para mostrarla desde una oscuridad manoseada por adultos, específicamente los papás de Pollito, apelativo revelador ya que contiene el amor absoluto de un papá por su hija, para quien siempre será su pollito; en la historia, ella no está dispuesta a dejar de serlo, a pesar de la edad, del abandono absoluto del papá y de los propios intentos que realiza ella misma para dejar de ser Pollito.
(Portada del libro que contiene la obra Pollito. 2019) |
No vi el estreno que se dió en el Centro Cultural Helénico, espero ir a la temporada que darán en la Sala Héctor Mendoza, en Coyoacán. Me preocupa que en un comunicado de la Secretaría de Cultura, se hable de una mancuerna creativa entre la dramaturga y la directora, pues distinguen como tema de la puesta “el universo de lo femenino”, lo cual cambiaría el foco principal del texto dramático, que es: la familia, ya que hija y madre desean, anhelan, esperan la completud de esa familia con el regreso del padre/esposo. Efectivamente, Pollito va madurando físicamente, pero esa madurez es el detonante con el que choca constantemente el amor de hija, al que no renuncia y, por lo mismo, observamos cómo Pollito se deforma, negándose a sí misma.
No es una obra optimista ni feliz. Es sumamente descarnada, sugiere un juego sexual entre Pollito y una de sus primas en una circunstancia donde está vulnerable emocionalmente, por completo desprotegida; lo mismo en otra escena donde se inicia sexualmente con un adolescente como ella que le da lo que esperaba de su papá ausente. Literal. El texto es crudo con el carácter de los personajes principales (madre e hija); señala, por ejemplo, que la madre se orina en un momento en que Pollito asume los cuidados de esta como si fuera la madre y no la hija. Con esa intimidad de hogar se cierran en lugar de abrirse al mundo, hasta quedar en la oscuridad, sin luz (Revienta la única bombilla que las iluminaba).
No es el centro de la obra la feminidad, es algo que sobrepasa ese aspecto ya que Pollito no es un símbolo ni un concepto sino un carácter bien definido, realista, único. Es también un texto grotesco y veo, en las fotos del estreno en el Helénico, una estética refinada del Cuadro 6: “Pollito pastora”. Pero en el texto hay violencia, incluso se habla de sangre derramada: El abuelo de Pollito (Un fauno hermoso), toma para sí a la abuela (Una joven cabra); escénicamente tendrá que ser clara la violencia con que la toma hasta que se vuelve insoportable para Pollito, que defiende a la abuela, le planta cara al abuelo y rompe así con ese ciclo de madres jóvenes a manos de hombres que les doblan la edad, lo cual le permite estar mucho más al pendiente de su mamá; esto es, si bien rompe con la procreación, Pollito lo sustituye cuidando a su mamá, como si la mamá fuera su hija. Pollito, entonces, acentúa una problemática donde los padres dejan de ser padres y los hijos dejan de ser hijos, intercambiando con comodidad sus roles. Actualizan con ello la imagen de la familia, el concepto de madurez y de independencia que se está dejando de promover y de exigir quizás porque han dejado de ser creíbles o posibles para todos.
Ya veremos la puesta en escena, a ver qué queda. En tanto, el texto está publicado en la colección Teatro de La Gruta XIX (Tierra Adentro. 2019), por haber ganado el Premio Nacional de Dramaturgia Joven “Gerardo Mancebo del Castillo” 2019; para quien guste picotear en sus páginas.
![]() |
Fotografía tomada de la página del Centro Cultural Helénico (2022) |