domingo, 7 de julio de 2024

Poemario: Los designios del agua - de América Femat


 Poemario: Los designios del agua (2022. BigBang Ediciones), de América Femat Viveros (México, 1984).


CUERPO AL AGUA

Javier Acosta


Respiro hondo y me dejo elegir un poema como universo-muestra (fragmento) de esta especie de frontera líquida que es Los designios del agua, poemario espléndido de América Femat, ecosistema de asociaciones marinas donde títulos como Estaciones, Proeza, Migraciones, Mar espejo, Primer salto, son alimento para el ojo inquieto o para el alma errante. Ejemplo, Signo Espejo I-VI que dice [Nota irruptiva: Lamento el destrozo visual que haré del poema; recorrerlo página a página es otro deleite porque cuida las dimensiones del libro, los espacios entre versos, la tipografía y además, le acompañan dibujos alquímicos de cuerpos oceánicos y humanoides, de la artista Renatta Vega, que abre aún más los sentidos y senderos en la poesía de América Femat]: 


Signo Espejo

I: Todo la mar /    la cresta enlaza, / todo el mar /    la cresta vence. / Oda al mar/      –Él–    /   todo reclama.

II:  Parece disolverse; / justo ahí, donde los cuerpos arcillosos y grávidos / nacen acantilado / –filosa luz en furores– / quien la línea ecuatorial aduna, quiebra el espejo.

III: Bullicio de ausencia / –mi cristal– / lo pulo de recuerdos.

IV: Pez que atesoro / habita / en desmemoria / –símbolo atlántico sin mares–. / De vórtice henchido, su insistencia es caótica / –envés– todo sucede /      Desanudada boca del pez.  / Cúspide y declive, su anzuelo / encendido me atraviesa /      de los designios del agua.

V: Hoy advierto todo el astrolabio de su ceniza, / toda la herrumbre de los rostros enmohecidos. /           A este nuevo hemisferio del espejo, / también se le llama hogar.

VI: Quiero ir hacia la fuga / –línea horizontal y distante– / hacia el himen de la costa / –en duelo estoy– las astillas del mar reclaman /             sobrevivientes.


Revisemos el primer fragmento, Signo Espejo I: Todo la mar /    la cresta enlaza,/ todo el mar /    la cresta vence./ Oda al mar/      –Él–    /   todo reclama.

A oído de pájaro, se advierten situaciones como estas: “toda la mar” - “todo el mar” - “Oda al mar”; “la cresta enlaza” -”la cresta vence”; “todo” - “todo” - “Él” - “todo reclama”. Sólo por el sonido se percibe la inmensidad, la fuerza de ese mar que está en el espejo y que sólo puede ser el cuerpo del usuario/a del espejo. 

Veamos el segundo tiempo, Signo Espejo II:  Parece disolverse; / justo ahí, donde los cuerpos arcillosos y grávidos / nacen acantilado / –filosa luz en furores– / quien la línea ecuatorial aduna, quiebra el espejo.

Es como si el espejo hablara, al tiempo que el usuario escucha y su imagen se disuelve con esa exigencia sonora, “justo ahí, donde los cuerpos arcillosos y grávidos nacen”; para adentrarnos en el espejo, caernos, abismarnos: espejo - “acantilado”. Y la imagen poderosa del ecuador del usuario en punto intermedio entre su cuerpo y el reflejo: el cristal mismo.

Descubrir los secretos rítmicos, las situaciones dadas por las imágenes, los temas que apunta este poema, son cosas que es muy difícil guardarlas en secreto; uno siente la obligación de divulgarlo, de compartir lo que pocos poetas logran cuando se habla de arte o de intensidad en la lectura de un poemario. Revisemos el tercer momento. Signo Espejo III: Bullicio de ausencia / –mi cristal– / lo pulo de recuerdos.

Efectivamente, aparece el cristal porque el usuario toca el espejo. La manera como lo hace marca un recorrido de ausencias y nostalgia; y aquí nosotros aportamos los rasgos que se heredan, las marcas que se agregan. El tiempo transcurrido es evidente en un cuerpo físico, que puede ser agradable si estamos bien con nosotros mismos. Es la nostalgia del usuario del espejo quien vuelve evidente que algo falta, algo busca, algo requiere retener aunque sea como recuerdo. Limpia el cristal para encontrarlo.

Cuarto momento. Signo Espejo IV: Pez que atesoro / habita / en desmemoria / –símbolo atlántico sin mares–. / De vórtice henchido, su insistencia es caótica / –envés– todo sucede /      Desanudada boca del pez.  / Cúspide y declive, su anzuelo / encendido me atraviesa /      de los designios del agua.

Aquí se vuelve evidente un preciosismo del lenguaje con que la poeta plantea la frontera de cristal (el espejo); aquí lo hace con la palabra “–envés–”, pero en el fragmento III, lo hace con la frase “–mi cristal–”; y en el fragmento II es con la tipografía, en el verso “nacen acantilado”; “nacen” es el final de una idea (“justo ahí, donde los cuerpos arcillosos y grávidos / nacen”) y, “acantilado” es planteamiento de una nueva idea (“acantilado / –filosa luz en furores–”). El poema no solamente plantea un abstracto usuario del espejo, también se da tiempo de lograr una arquitectura de lenguaje que se puede ocupar, conocer, para observar el mismo fragmento y los que le rodean. 

El fragmento IV arroja un pez al usuario, la forma de ese pez está en la anchura y profundidad de su boca. Muerde el anzuelo y, por primera vez puede pensarse que el usuario sea femenino ya que la fuerza fálica del anzuelo fertiliza la boca de ese pez al arrojarle un golpe encendido que la atraviesa. Hay fuego en el agua, una especie de fuego griego que cierra con el verso que le da título al poemario: los designios del agua. Es un fragmento altamente erótico. La poeta es absoluta, no se guarda recursos, sostiene esa catástrofe existencial (o cataclismo) de quien se mira y se encuentra en ese espejo. 

Quinto segmento. Signo Espejo V: Hoy advierto todo el astrolabio de su ceniza, / toda la herrumbre de los rostros enmohecidos. /           A este nuevo hemisferio del espejo, / también se le llama hogar.

Se hace presente lo sombrío, una obligada toma de consciencia que matiza el horgasmo del fragmento anterior; descubre las cenizas, la realidad que se impone como es y la aceptamos. Un acto de aceptación de las cosas como son, llega a ser la actitud más prudente y menos dañina, muy a nuestro pesar.

Sexto y último fragmento. Signo Espejo VI: Quiero ir hacia la fuga / –línea horizontal y distante– / hacia el himen de la costa / –en duelo estoy– las astillas del mar reclaman /             sobrevivientes.

Y de la toma de conciencia, se adentra en la tradición antigua de la tragedia: el terror. Es en el terror que se desea lo imposible, lo absurdo: volver al estado virgen, infantil (el himen de la costa); un disparate, porque el dolor que se adquiere con la aceptación de las cosas como son, conlleva efectivamente un duelo, propio del mundo adulto, estado donde el dolor se asimila, se guarda, se ventila, se recuerda y se observa sin tregua en un espejo.

Termina el poema, una muestra de ese piélago de América Femat, Los designios del agua, nutrido de arte y de vida intensa. El mar con el dolor, el mar en la oscuridad, el mar a pesar del olvido. El mar como el cuerpo o los cuerpos. Con lo que sea que el mar signifique. Cual sea su género. Con este poemario vivo, de autora tan vital, se sobrelleva el mar. Sobrevivimos.