viernes, 11 de diciembre de 2020

El Diablo Ensaya... / Segunda entrega

 

            –Tengo entendido que tú eres la joven Amalia Mitzytlini... y que quieres tu libertad. Traigo conmigo un breve contrato, pero podemos negociar las cláusulas...

            Mitzy le pide que la espere en el café, a espaldas de la casa, el de “Los buenos Díaz” Tú ya sabes, creo. Y lo sé, hasta ahora, porque... no todo es importante para el diablo.

            Con mis zapatos en imitación de algodón y suelas sintéticas, camino hacia el café, seguro con que la muchacha irá detrás, a una distancia apropiada para poder estudiarme y convencerse...

            Pero cuando Mitzytlini perdió de vista a tan inesperado galán, lo primero que hizo fue soltar el picaporte. Rezaba por fin un padre nuestro y no sabía a dónde llevar sus pies helados, o a dónde huir porque estaba en el lugar donde se sentía más segura en el mundo.

            ¿A dónde escapar? Se pierde en los versos del Padre Nuestro y termina el estribillo de una canción que le escuchó a su hermano, sin por ello acertar del todo... Porque se fue, porque murió; porque el Señor se la llevó... Se ha ido al cielo y, para poder seguir, debo ser muy buena para estar con él, Dios, amén.

            Es algo más que puros nervios. Tiene la enorme certeza de que el Padre Nuestro no funcionará. Tiene consigo un jabón de trastes y zacate. Talla la pared del cuarto hasta desaparecer toda la sangre dispuesta en el diagrama, pero conforme borra, la herida en su mano vuelve a abrirse...

            En la cafetería de Los buenos Díaz, el recién llegado sorbe su bebida arábiga, una mezcla de altura con sabor vainilla. Agrego, además, dos sobrecitos de azúcar mascabada para neutralizar la acidez y exaltar la vainilla...

            –¿Otra cosa, señor?

            –Sí, quiero que...

            El muchacho enfría de golpe el pensamiento... Observa sin querer la hondura de mis ojos en destellos de fuego. Suda frío.

            –Cuánto lo siento –le digo.

            Chupo mis labios, pongo al descubierto mi lengua viperina y se eleva el efecto nocivo de mis ojos. El muchacho, sin controlarse, tiembla frío.

            –Perdón en serio –Insisto, de manera que suena más a maldición–. No se me da… ser cálido cuando alguien, como tú –Toco su frente al señalarlo–, intentas engañarme.

            La carne del muchacho, sus músculos, su cuerpo, no obedecen la emergencia de salir huyendo. “El diablo ríe”. Yo, me río. La oleada de los primeros clientes ya pasó. Se encuentra abandonado.

            Me echo a reír como un dios vencido. Es mi carcajada un bufido que nace de la matriz del mundo; apestoso, telúrico, espásmico... el aliento de mis fauces atosiga al joven; quisiera decir que lo corrompo... aunque solamente tiembla. Su voz tiembla...

            –...Son cin cuen ta pe sos .

            –Toma mil... –Sonrío–. A menos que prefieras cincuenta mil.

            El joven despachador me observa un poco más. Aquellos dedos largos juegan con un billete de mil, notando sin esfuerzo las más de cinco extensiones de la mano, asidas al contorno rosáceo del billete...

            –¿...Es un re ga lo ? ? –Reza en su interior un Padre Nuestro, lo sé, vibra en la cafetería y un poco más allá.

            –Imbécil –le digo con ternura–, regalado no te puedo dar nada.

            –Es tá bi en –Su mueca vislumbra algo de alegría.

            Termina de rezar en su interior y se concentra en cantarle ahora al Espíritu Santo, igual y como su madre le insistió las veces que lo encontró frotándose en el trasero de una vecinita, contentos con jugar al papá y a la mamá.

            Esos versos, o el canto en sí, siempre me apaciguan. Y al instante crece el alma del que reza, hasta tomar confianza para crecer un poco más y asomarse en mis pupilas. Se ciega con ternura por el resplandor de los valles de la muerte, donde todo se quema. El tiempo se quema. La espada se quema. Los cuerpos se queman. Las ideas. Mi memoria. Dios, que tanto queman, se quema, revuelan sus cenizas, conforma las cosas del presente, que se queman de nuevo para abrazarse al polvo y vivir en la ceniza... Una buena idea de la eternidad.

            “Lo que algún día nos dio amor o un poco de alegría, nunca vuelve –El muchacho me escucha en su pensamiento–. “Y si nos dio todo el amor y toda alegría, tampoco vuelve”.

            Eso son mis ojos, los valles de donde nada vuelve. Poco o todo, mueren las cosas, mi resplandor, el miedo en la piel tras el mostrador de tan limpia cafetería. Son mis ojos la ventana a un mundo que se gobierna solo. Jamás me necesita.

            –...Es tá bien, a mi go –dice quedo–. Es tá bien. Es gra tis pa ra us ted.

 

*

Mitzy sabe que la pequeña hemorragia no va a detenerse. La cita en el café de “Los buenos Díaz” se vuelve inevitable; todo lo que toca lo embarra con la sangre de la herida abierta: su ropa, las sábanas, el celular... donde marca un número e igual ensucia su pequeña pantalla sin alcanzar a ver al que llama. Confía todo a su memoria.

            –¿Oldas? Por favor, tienes que ayudarme.

            –Mitzytlini, ¿qué te pasa? –Afortunadamente es la voz de Oldas.

            –Recordé tu historia de los exámenes que pasaste sin estudiar... Creo que acabo de hacer una estupidez pero sé que puedes ayudarme...

            –Mitzy... Dulce Mitzy...

            –Oldas –Era su voz pero... aquel tono–. Oldas, amigo, ¿eres tú?

            –Habla el dueño de Oldair –le digo.

            –¿...Qué?

            –Ya sabes quién soy, aunque no sólo me gusta ser el diablo, también me gusta ser el espantoso, el babilonio, el dragón, el cabra, el calumniador, el tentador, el fiscal, el pentasexuado,  el hermoso-horrible... El amo de Oldair... el mismo Oldair ocupado por mi ser... y tú, Mitzy, también, próximamente, ya que escuché un “sí” escasamente inteligible... ¿Lo recuerdas?

            Cuando terminé de presentarme, el cuerpo de Mitzytlini (todavía dueño de su voluntad) ya se había decidido a reaccionar con esa sensación de frío en exceso, donde no solamente se hiela el cuerpo sino también el corazón y las ideas. Se espantó. La cortada continuó su cauce carmesí para humedecer todo el entorno hasta vaciarse el corazón de la muchacha.

 

2

Se puede decir que se aparece el diablo. O creer que se aparece el diablo…

            Repito. Se aparece el diablo, uno lo cree y lo puede platicar… O no creerlo. De todos modos ocurre: se aparece el diablo. Incluso, se puede juntar la comunidad para tratar el asunto de las apariciones continuas del diablo ya que su fama empieza a llamar la atención de los atrevidos que lo buscan y de los despistados que lo encuentran... Oldair lo vivió, Mitzy también, y son de los casos menos sonados. Los otros… casos. Esos, todos los días se repiten. Como el caso del viejo Gonzaga, quien se cita siempre al pie del mismo árbol, en la esquina de la calle que lo vio nacer en las primeras décadas del siglo pasado... Nada ha cambiado y, según dicen, nada cambiará a pesar de los grandes comercios que lo asfixian de a poco, pero nunca la esquina donde Gonzaga ocupa su sillón para pasar las noches bajo la frágil luz de esta calle.

El Diablo Ensaya 2 (Fragmento) Autor: Javier Acosta - 2020