lunes, 11 de enero de 2021

El Diablo ensaya... / Sexta entrega

 

 Javier Acosta Romero

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De varias historias que tiene sobre el Diablo, mantiene dos en su escritorio. La historia del muchacho que da muerte a su madre a cambio de tener como pareja a la mujer más hermosa del momento… Ya no puede terminar con que el diablo se presenta ante el firmante, transcurridas varias décadas, solamente para llevarse su alma; el mismo Diablo decidió alargar el pacto al ofrecerle al joven matricida, asesinar ahora a la esposa, con la promesa que él y sus hijos tendrían una vida de poder y privilegios, como la inmortalidad. Claro, el uxoricidio no es un tema cualquiera, a eso solamente se podría atrever el Diablo, no alguien que procura estar al tanto del bienestar de sus vástagos. Quizá en las publicaciones amarillistas se puedan encontrar algunos uxoricidios, creíbles por tratarse de hechos perdidos entre las vilezas más comunes que se cometen con absoluto albedrío en contra de la integridad y dignidad de la mujer. Como sea, a la humanidad le cuesta menos trabajo el uxoricidio que el mariticidio, del que incluso se destaca desde la mitología el caso Clitemnestra: una de las más bellas mujeres asesina en el baño a uno de los militares peor portados aunque siempre victorioso, Agamenón. ¿Qué falta entonces? ¿Trasladarlo a un viudo con hijos nos haría pensar en la ausencia de la madre de esos niños por mariticidio??? ¿Merecía, Eugenia Linares, que el bruto ese la tomara por el cuello para que no pudiera decir palabra mientras era arrastrada hasta el patio donde finalmente desmayó? Nunca supo que el hombre ese, la siguió arrastrando por obedecer el dictado de una voz que él llamaba santa, sin temor a que los perros ladraran o a que los trasnochados los vieran. Sin cansancio, subió por la pendiente del bosque más cercano, concentrado en simplemente terminar con ella.

            –¡Te la entrego, señor! –O algo así dijo, cuando por fin no daba con camino alguno. En la memoria no registra los detalles; que un trasnochado hizo lo posible por detenerlo; que el bruto este lo molió con la misma hacha con que fue interrumpido; que el alboroto atrajo a más curiosos y a varios perros; que la turba no se atrevió a apedrearlo ni a colgarlo ni a prenderle fuego; él mismo fue a entregarse a la cárcel municipal, donde tuvieron que despertar a gritos al carcelero. ¡Oh, malditas noticias! ¿Esto quién lo va a creer? Sin duda, me gusta mi trabajo.

            El milagro del diablo comenzó a tomar sentido; en la casa de Eugenia Linares, ya sin ella, dormía el marido abrazado a un saco lleno de monedas de oro. Los brazos del hombre no tenían rasguños, y al marcharse por la mañana, con sus tres hijos, la noticia de la mujer que un leñador ebrio descuartizó con filo, empezaba a transmitirse a las poblaciones circundantes. Más fortuna esperaba al viudo en la ciudad más próxima, para saltar después a la capital y hartarse de valores. Mmmm ¿Por qué no saltar al mundo y conquistarlo? Era evidente; eso hubiera dejado al viudo completamente solo. Y si algo amaba el diablo de ese hombre, era el amor que sentía por sus hijos... Tan parecidos a la mujer que los parió, aunque ninguno de ellos tuviera su mirada.

            El Diablo se estira. Se estira otro poco. Truena con delicia las vértebras de su espalda. Hace a un lado el documento y aspirar el escaso aire de la cueva, sólo iluminado por la llama blanca de una veladora que le dedicó a la flor más hermosa del momento.

*

Ahora ¿Quién falta en la historia de la muchachita Mitzytlini? Hemos visto a la mamá, pero no al papá, que frente al cadáver tan lavado y recién zurcido, luego de la autopsia, no tenía en su cabeza más que la masa de culpabilidad que se le acumuló al trasladarse del trabajo a la morgue, lapso en que encontró, en la extraña película de su vida, el momento del error: cuando conoció a su esposa... Así que maldice ese día porque entonces Mitzy no hubiera existido y no hubiera sufrido como se especuló en detalle a lo largo de la autopsia. Ni siquiera se atreve a llegar a casa, donde un vecino ya le ha avisado que las cosas van bien con la limpieza de la entrada y parte de la banqueta… ¡Que en general están limpiando todo!

            Reaccionan al dolor sin entenderlo. ¿Qué más da? La muerte arranca los nervios, las lágrimas, el hambre. No hay peor cosa que sentir al que no está. ¿En qué estaba? Sí… ¿Cómo fue que cayó en garras de su esposa? Cómo fue que dio ese paso afuera del vagón, en una estación de metro tan lejos de su casa, sólo por seguir acompañando a su amiga que esa tarde le permitió tocara sus enormes pechos, besara sus jugosos labios y sintiera en los oídos los suspiros que hasta al diablo le hincha las venas más inesperadas…

            Pero tanta carne, con la usura, se convierte en una intrincada y gruesa enredadera, una maleza inexpugnable, sellada con la muerte de la hija, que impide explorar y descubrir las ruinas, con el cuerpo que no sabe de deseos, que se hunde en la maleza.

            El diablo toca con las manos la frialdad de un brote, igual a la cabeza del papá de Mitzytlini. Puede aplastarlo, puede patearlo, puede escupirle y que el hombre crea que esa lluvia son las lágrimas que nunca aparecerán en sus mejillas.

            Tampoco le interesa las lágrimas de otros, ni las voces que lo llaman a la calma de la resignación. Ni en cuenta que camina. Si algo respira es la idea de venganza. Que la vida extinta cobre un significado más allá de las esquelas y de los avisos que dejó colgados en la funeraria... Se sabe una planta, de la que brotan verdes patas y garras, hambre y colmillos de origen vegetal, más evidentes si pudiera estar desnudo, desposeído o indefenso. Siempre es encantador entrarme en la carne y la psique de un cuerpo humano confundido.

            Daba lo mismo estar en la morgue que en la funeraria, reconocer el cuerpo o cremarlo por la tarde del siguiente día. Toda esa espera fue un acto banal. Igual los abrazos, el consuelo. Nada agregaron, eran los de siempre, el sentimiento de quien vio a Mitzytlini a ratos y no en la intimidad de los recuerdos, en las cosas que sí significaron y que, de alguna manera, escribían su final... ¿Qué cree mi esposa que ocurrirá cuando regresemos a nuestra cama? Si la abrazo, sabrá que estoy ahí hecho un bulto flácido, escondido. La voluntad la guardo. Estoy a punto de girar la perilla de la puerta y entrar.

            Una voz de muchacho… El otro.

            Qué caray.

            Deja la puerta y sigue la sombra que le llama. Es fácil seguir una sombra y no responder a la conciencia de lo que sí pasa. Se vuelve esa sombra un compañero y se deslizan juntos hasta la tercera entrada. Abren la puerta, puede sentirse el calor de una hoya dejada en el hervor.

            –¡Holaaa! –Quién sabe qué respuesta esperaba.

            En la recámara del fondo, una mujer responde.

            –Estoy aquí, los niños ya están dormidos.

            Los niños. Grata ensoñación. Los tiempos de cuando todavía eran dos.

            –Y ¿Acabaron su tarea?

            –Según ellos, sí –La mujer responde, como si realmente estuviera a la espera del vecino.

            Vaya sorpresa la suya cuando los descubrió.

            La sombra la retuvo en el momento en que ella huía en busca de los niños.

            ¿Qué clase de golpes habría esta vez?

            La sombra intuye el nerviosismo, tiene una conciencia peculiar, transmite simplemente que en esta ocasión no la someterá como acostumbra, ni le haría sentir el miembro aquel, expandiéndose en su interior como una bomba que punza para quemarla en cada habitación de la consciencia.

            Esta vez, te traigo un regalo. Los presenta. Ella no está dispuesta a obedecer, lista a desprenderse de la brutalidad o de la ternura estúpida del hombre que perdió a su hija.

            –Parece que no te oye.

            Está en un sueño. Sus ojos te miran con descaro. Devora tu figura. Tu cabellera. Tus ojos con el odio que me odia (Falto de lengua y de boca, qué puedo chuparme) ¡Los dejo solos, que no aprecio los modos que surgen de los tríos!

El Diablo ensaya... 6 (Fragmento. Javier Acosta Romero. 2021)