Espectáculo teatral dirigido por Verónica Musalem
Javier Acosta Romero
No conocía el Teatro Salvador Novo, que está en la Escuela del CENART; me sorprendió su tamaño, el hueco enorme para las butacas y la desnudez del escenario que, desde cualquier punto, nos permite observar las cuerdas de los telones, las lámparas, los actores y técnicos trasladándose fuera de escena, lo que da fuerza a la dinámica creativa que no esconde nada.
El espectáculo arranca con la actriz Gabriela Nuñez, sostenida de una gruesa cuerda de barcaza que estira, al tiempo que lanza un discurso para encajar o no en su perfil de edad. Dar con el personaje ocurre a ratos; aparece y desaparece por medio de convenciones que se van plantando frente al espectador: Una mujer en crisis existencial, devuelta a la realidad por una mujer joven que viene del pasado; juntas se disponen a realizar un viaje que abre aún más las posibilidades espaciotemporales, a manera de un viaje introspectivo inducido por elementos espectaculares, como el símbolo “árbol de la vida” o virgen nativa (o diosa prehispánica) encarnada bellamente por la actriz Aleyda Gallardo, con vestuario de Edyta Rzewuska:
(Tomado del muro de Aleyda Gallardo) |
Presencia que rompe la dinámica inicial y da cause con alegría de colores y maromeros (especie de payasos de pueblo o juglares, típicos de México) al rompimiento temporal y situacional que con inteligencia y colmillo diseñó Verónica Musalem. Nos traslada el espectáculo a un espacio mucho más sugestivo, la sierra misteriosa de Oaxaca, donde se sabe que todavía pervive la magia de las deidades nativas, capaces de enloquecer a los extranjeros o de absorberlos, de manera que lo diverso y distinto se dan tiempo en Los maromeros para unificarse. Un proceso que a saltos nos traslada a una cantina y –con música y lascivia–, nos traslada al monte.
La presencia escénica es un constructo metafísico: Una dramaturga-personaje (o alter ego de Musalem), que se desdobla en la actriz principal, Gabriela Nuñez, al tiempo que lo comparte con el espectador, azorado o absorbido por la dinámica maromera que se da en desniveles: cosas que ocurren al fondo del escenario y arriba, cosas que ocurren en medio del escenario y al frente. Profundidad, altura que hacen olvidar la desnudez inicial y nos siembran en la atmósfera mágica, propia de los mitos y los cantos populares de la sierra.
Viaje que a final de cuentas le sirve a la dramaturga-personaje para salir de escena como lo hacen los toreros después de una buena faena: a hombros de los maromeros, actores comprometidos con su profesión (insisto en lo atinado de los vestuarios); teniendo como contrapunto y cruce y certidumbre a otro personaje que se entendía como la dramaturga-joven (una talentosa Ana Corti), quien sirve para hilvanar y atrapar el carácter de Gabriela Nuñez, sus situaciones y sus inquietudes que la asaltan al momento, entendiendo con ello las exploraciones y sorpresas del proceso creativo que es el mismo espectáculo.
Propiamente, una historia no la hay. Varias situaciones, sí. Mucho espectáculo, todo el tiempo, que es la energía que sostiene al teatro. Espectáculo, ¡aquí lo hay!
Quedan pocas fechas para ver Los maromeros en el Teatro Salvador Novo. Así que atienda la cartelera. Y los jueves son jueves de teatro, a treinta pesos la función.
Ficha técnica:
Dramaturgia y Dirección: Verónica Musalem. // Elenco: Gabriela Núñez, Gastón Yanes, Aleyda Gallardo, Luis Ernesto Verdín, Ginés Cruz, Ana Corti y David Sicars. // Escenografía e iluminación, Alain Kerriou; vestuario, Edyta Rzewuska; movimiento escénico, Cinthia Patiño; música original y diseño sonoro, Alberto Santiago. // Producción ejecutiva, Graciela Cázares.
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