domingo, 29 de mayo de 2016

Es-ese-sees-eses... Hamlet en el Foro Sor Juana


La dirección de González Mello sobre el Hamlet shakesperiano se muestra encaminada a lograr un efecto de conjunto (espectacular) en los momentos que se lo permite la anécdota de la historia clásica del joven hijo que de hablador tiene mucho pero que reboza en acciones desatinadas... Me quedo con los momentos de conjunto: como la primera aparición del fantasma, o la muerte del carácter-Polonio, o el monólogo de contrición que realiza el carácter del rey Claudio, o el cuadro de la presentación que hace Hamlet junto con los caracteres-actores que están de paso en la historia (dura más que los otros momentos), o la presentación del cuerpo del carácter-Ofelia, o el enfrentamiento con floretes, al final del espectáculo... Son cuatro horas de trabajo actoral, cuatro horas de producción con las cuales el espectador se agota porque el espectáculo también se va agotando... cae (empieza en la parte alta del foro), y cae (bajamos), cae -literal-, hasta que percibimos el mundo desde una especie de abajo, una cripta... donde se agota el texto de Shakespeare, las actuaciones y los aplausos.

            Si algo atrae en el Hamlet dirigido por Flavio González Mello, es la escenografía y la iluminación, la atmósfera (con algunos momentos de caracterización, los más valiosos fueron del carácter-Rey Claudio) Y varios contrapuntos… como la voz del actor Emilio Guerrero que se encuentra en un tono distante al del resto, gracias a lo cual, cuando muere se nota su ausencia... Otro contrapunto, las espadas que, como la voz aludida, parecen fuera de lugar con ese vestuario (los floretes sí quedan; pero en la escena de contrición, ahí, la espada concentra un poder devastador, proporcional a la venganza del carácter-Hamlet, cosa que para un florete sería imposible de significar)... Los arrebatos (copiosos) del carácter-Hamlet, que quedarían muy bien en muchachos de 16 o 17 años pero no en un hombre del que sólo se puede sospechar alguna especie de histeria y no la melancolía del carácter original; sin embargo, esta disociación nos permite observar el acercamiento crítico (y no vivencial) que se hace al carácter shakesperiano original. Todo esto forma (muy a su pesar, supongo) la historia del Hamlet shakesperiano... donde lo trágico... que es (al parecer) el dilema en la propuesta actoral... queda en la incertidumbre.

El montaje de González Mello parece decir: “Ya no hay tragedia en Hamlet, sólo hay muerte”... “No hay un mito vivo, está muerto”. La tragedia, entonces..., atrincherada en el dispositivo escénico, en la revisión actoral que tiene como base situaciones de la fábula conocida (donde participan con más peso los carácter de dos enterradores), propician, en primer lugar, (sin querer, insisto) el armado de la historia original. Enorme esfuerzo de producción que pone en claro el agotamiento mismo de la fábula... por abordarla desde la formalidad de su historia... (Müller lo hizo desde la idea). González Mello protege en lo posible la trama original, sus caracteres, las situaciones, y con ello (intencional o no) dejó en la atmósfera lo que desde mi punto de vista puede considerarse una sensación trágica, contemporánea-mexicana... El síntoma del cansancio, del aburrimiento, de la inercia cultural en la cual los espectadores estamos cómodos (rasgo importante de este espectáculo), nos dejamos conducir como mansos corderos, aunque sea para darle tiempo a los cambios escenográficos que tanto necesita este Hamlet. ¿Qué tan muertos estaremos, espectadores, que en la impronta de esta atmósfera mortecina, nuestro cerebro dejó de percibir el olor de un cadáver?


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